Desde el Ceibal nos hemos propuesto averiguar qué piensan los jóvenes (entre 18 y 30 años) de la zona del Salado Norte. Nos interesa saber qué les preocupa, qué les interesa, cuáles son sus motivaciones, sus ilusiones, etc. Porque ellos son los que van a construir el futuro del Salado Norte y desde ya mismo tienen un papel fundamental en sus comunidades.
-Carina Orellana, 25 años, soltera (Pirua Bajo)
-Mónica Romero, 24 años, casada y con dos hijos (Pirua Bajo)

Ellas son socias activas de la OCCAP ya que siempre que sus responsabilidades se lo permiten acuden a las reuniones de la organización. Aseguran que les encanta la vida en el monte. Carina vivió dos años en Buenos Aires y comenta que es realmente difícil encontrar trabajo en la ciudad. Durante todo ese tiempo se dedicó a ayudar a una prima suya que sí tenía un empleo a cuidar a sus niños. La diferencia que sintió al tener que vivir en un departamento habiendo vivido siempre en el monte fue abismal. “Aquí te tomas unos mates bajo un árbol, allí todo se hace en el mismo lugar”, asegura Carina.
Destacan el valor del tiempo en el monte, “a diferencia de la ciudad, aquí podemos vivir sin horarios tan rígidos”.
Pero lo principal que valoran de la vida en el Salado Norte es la Seguridad. “Puedes andar por donde quieras y hasta la hora que quieras sin ningún temor”, explica Mónica.
Ellas perciben que están en un momento de madurez en el que les toca asumir muchas responsabilidades, sobre todo de trabajo en casa. El cuidado de la familia (en el caso de Carina, sus abuelos, en el de Mónica sus hijos), junto con el de los animales y las tareas del hogar son lo que más absorbe su tiempo, privándolas de un espacio para su ocio. A ellas les gusta ir al baile y a las carreras de caballos.
En cuanto a la formación, el problema es que los cursos son en boquerón y en nueva esperanza además los caminos están en muy mal estado y es muy difícil llegar y se tarda mucho tiempo. Les gustaría que hubiera más oferta en capacitaciones "es lindo aprender, pero no tenemos ratos libres, todo trabajo"
A Mónica Romero le gustaría que hubiera cursos, especialmente de enfermería.
Creen que hace falta más jóvenes y más participación en estos momentos hay poco interés por parte de los jóvenes. Se asocian a la OCCAP pero no participan, confían en que sean sus padres los que vengan porque son los que se preocupan por el futuro.
En el caso del grupo de las Teleras, pasa lo mismo, las que más trabajan son las más grandes.
Consideran que el papel de la mujer es más descansado, sin horarios. Recuerdan que el hombre va al monte y eso es mucho más duro. A pesar de eso son conscientes de la importancia del trabajo de la mujer. "Somos felices siendo mujeres", afirman las dos chicas.
También comentan que es difícil el acceso al estudio. Las chicas tienen que trabajar en el servicio doméstico y los chicos como meseros para poder ganar plata para estudiar.
Otra de las carencias del salado Norte es que los derechos aquí son más vulnerables, hay menor acceso la justicia, a diferencia de la ciudad donde se cuenta con más información. "Es muy importante el acceso a la información y a la comunicación", afirma Carina.
Consideran que si existe una identidad propia en la zona, lo único que es diferente entre los mayores y los jóvenes. Comentan que el tema del desarraigo es patente en todos los que se marchan.
En resumen, creen que hay futuro en el campo. Les gusta y lo defienden.
-Daniel Cortéz, 27 años
Daniel cree que no es difícil ser joven en del monte. Sobre todo lo gusta la tranquilidad y estar cerca de la familia. En total son ocho hermanos.
No le llama la atención la ciudad porque en la ciudad hay que estar atento a todo y se pierde la proximidad. “Puedes vivir en la misma manzana y no conocerte".
Cree que el tema de la radio le ha hecho bien por qué le ha dado trabajo. La mayoría de los jóvenes quiere a la ciudad. Pero Daniel cree el problema es que Buenos Aires “te atrae pero luego te satura y piensas ¿qué hago en Santiago si vuelvo? Tiene su lado positivo y negativo. Yo me quedaría 10.000 veces más aquí" dice Daniel.
Dani vivió dos meses en Buenos Aires, tuvo que ir allí para asistir a un curso de locución, tiene muchos amigos en Buenos Aires, la mayoría de sus amigos de Boquerón se han ido a Buenos Aires a vivir. Otros muchos tienen que ir a la cosecha de la aceituna, del limón, etc. Algunos se llevan a la familia. “El tema de conseguir trabajo es fundamental”, recalca Daniel.
Daniel se pregunta porqué tantos campesinos, pudiendo trabajar para sí mismos en sus tierras, optan por trabajar de golondrinas. “Creo que tienen miedo a fracasar, el problema de muchos argentinos es que buscan la solución fácil. Falta alguien que les motive”, asegura el joven locutor, “sería mejor crear una base para la familia”.
“Mi sueño es tener una bailanta, un bar. Veo que ese negocio va a andar. Con el club Real Madrid comencé desde cero, era sólo un campo bajo un mistol. Y ahora ha crecido mucho, pero porque me lo he trabajado”, confiesa Daniel. “Me gusta el espectáculo, ayer convocamos a 400 personas para un baile, con eso me siento bien”.
“En el Salado norte hay algunos espacios para divertirse, pero hay que hacer que la gente se sienta cómoda. Me encanta el trato con la gente, no querría perder la cabeza. Veo que a la comunidad le gusta lo que hacemos”, afirma Daniel.
Considera que hay jóvenes que se interesan y otros que no. Él pertenece al grupo juvenil “servidores”, antes eran 30 y ahora sólo 7. “En lo religioso se patina”, considera Daniel. “Para trabajar los jóvenes son de 10, por ejemplo, cuando se va a Huachana los jóvenes trabajan mucho”.
Daniel considera que falta perseverancia, motivación. Sí que existen espacios de participación, y “aún así los que se quedan aquí no saben qué hacer”. “Cuando vienen los misioneros la iglesia se llena, habrá que preguntarse porqué”.
“La mayoría de los que van a estudiar van con una beca de 100$, una miseria –explica Daniel- Es la familia la que se lo banca”. Explica que en general, estudian más las mujeres que los varones, y la mayoría están fuera trabajando o estudiando.
-Lidia Sosa, 29 años, enfermera
-Sunilda Villalba, 22 años, agente sanitario de Nueva Yuchán
-Mabel Cuéllar, 41 años, enfermera
Sunilda explica que a ella siempre le ha gustado mucho el tema de la salud, pero que no ha podido estudiar enfermería porque tiene que cuidar de su padre, que ya es mayor y vive solo, además de sus sobrinos. Por el momento se conforma con ser agente sanitaria.
Cuando se les pregunta si existen espacios de participación para jóvenes en el Salado Norte, las tres coinciden en que “si uno busca, encuentra”.
En general, consideran que la mayoría de los jóvenes salen a trabajar, pocos estudian. Muchos de ellos son trabajadores golondrina y cuando vuelven a Boquerón “sólo van de joda”. “Cuando vuelven de la ciudad y la cosecha no hacen más que salir por ahí y hacer el vago”. Las tres coinciden en que los que estudian carreras y se quedan en la ciudad son los menos, la mayoría de los universitarios vuelve. Así mismo, denuncian que hay gran cantidad de jóvenes que quieren estudiar y no pueden, porque las becas no son suficientes.
En cuanto a la cuestión de género en el Salado Norte, las chicas expresan que hay que saberse manejar para ser mujer. Pero en general comentan que en San José del Boquerón “se cuida mucho a la mujer, se la protege”. No consideran que sea por una cuestión machista. Aunque reconocen que la mayoría de las mujeres, cuando forma un hogar deja el estudio.
Piensan que la vida en la ciudad es muy agitada, con muchos riesgos e inconvenientes. “Aquí puedo hacer el bien, allí tienes que vivir trabajando”, asegura Mabel. “Aquí hay vida, aire puro y tranquilidad. Además se valora más la familia que en la ciudad”, comenta Lidia. Señalan que una de las fortalezas del lugar es que en el Salado no existen problemas de drogas, a diferencia de en otros espacios.
Consideran que hacen falta cursos para jóvenes, para crear espacios lúdico-formativos, pero las tres coinciden en que no tendrían tiempo para asistir si se terminaran llevando a cabo. Lidia confiesa que a ella le gustaría tejer pero que no tiene tiempo.
Señalan como un importante punto débil el tema de la comunicación en la zona. Tienen ganas de mostrar lo que pasa con toda la problemática de tierras, pero no tienen los canales necesarios. Pero creen que los jóvenes, en general, no se preocupan por el tema de tierras. “En parte porque los más mayores no les dejan participar”, explican las chicas.
Respondiendo a la pregunta de qué personas señalarían ellas como promotoras de mejoras en la comunidad, las tres indican que Raúl Chinchilla “es un hombre que siempre está predispuesto a estar con jóvenes”. También citaron al comisionado, Juan Cuéllar, pero hicieron notar que hacer mejoras en la comunidad es parte de la labor del comisionado.
Como señas de identidad de San José del Boquerón resaltan la solidaridad, la bondad, la hospitalidad y la humanidad. Creen que se van mejorando muchos aspectos, que están mucho mejor que cuando el gobierno les tenía totalmente olvidados. Sin embargo señalan algunos problemas, como la falta de información, la necesidad de que se amplíen las escuelas para que los chicos no tengan que irse a estudiar fuera. “Es un cambio difícil, cuesta adaptarse a vivir fuera cuando eres chico”, explica Lidia. También apuntan la necesidad de crear una biblioteca.
-Juan Cortéz, 25 años, policía
-Marta Cuéllar, 23 años, policía
Ambos jóvenes estudiaban para ser maestros. Marta, de inglés y Juan, de matemáticas. Pero los dos dejaron sus estudios, por ser difícil estar fuera de casa y por una cuestión económica. Se les presentó la oportunidad de realizar este curso corto que les ofrecía conseguir un puesto de trabajo en su lugar de origen, y no dudaron en aprovecharla. “Si pudiéramos, estudiaríamos y trabajaríamos a la vez, pero es muy difícil”, explica Marta.
Opinan que la principal ventaja que ofrece la ciudad es la variedad de ofertas de trabajo. Explican que ahora la mayoría de los jóvenes están fuera, estudiando, y que vuelven para vacaciones.
Como señas de identidad de San José del Boquerón, apuntan a la solidaridad, y en lo profesional, que a ellos les incumbe, que es un pueblo muy tranquilo, en el que no hay sucesos violentos, como en la ciudad.
Desde que son policías, su vida ha cambiado mucho. Ya no tienen tantas ganas de ir al baile. “Algunos, cuando llego al baile, aunque sea vestida de civil, me insultan”, se lamenta Marta. A pesar de ello se enorgullece de ser la primera mujer policía de Boquerón. “De siempre me gustó el uniforme, y cuando vi la oportunidad de hacer este curso corto, no lo dudé. También es un trabajo con mucho trato con la gente, y eso me gusta”, explica la agente. Su compañero comenta: “teniendo posibilidades de trabajo en el Salado, es mejor estar aquí. Puede que sea porque estamos acostumbrados”.
“Lo lindo es estar con la familia –explica Marta-, se tendría que promover más oportunidades de estudio, porque para viajar hace falta plata. Es positivo que se estudie, porque así la gente sería más respetuosa, con más cultura, más educación. Una biblioteca sería interesante que hubiera”.
Juan opina que la gente atiende a los que tienen cargos, como al comisionado, pero que a los jóvenes no se les escucha.
Como aspecto negativo señalan la comunicación y la información. “Estamos muy aislados, aquí no llega ni el diario, ni apenas la televisión… nada de información. Las cosas importantes no llegan. Tendría que haber teléfono”. Creen que es urgente arreglar los caminos, aunque fuera regarlos periódicamente, arreglar las escuelas, mejorarlas porque “hay cada vez más alumnos”, comenta Marta. También indican que les gustaría que hubiera un boliche.
También señalan como necesario que hubiera más cursos, pero el problema es que no hay suficiente profesorado. “Hay mucho interés, la gente acudiría seguro”, comenta Juan.
Consideran como referentes de la comunidad a Daniel Cortéz, por “promover la radio. Ha progresado mucho y es muy inteligente”, así como a Raúl Chinchilla, ya que “si se postulara como comisionado la gente lo apoyaría. Jamás ha tenido problemas con nadie”, expone Juan. Por otro lado también resaltan la labor del comisionado en el tema de las pensiones.
-Silvina Cortéz, 29 años, dirigente del grupo de jóvenes de la OCCAP y regenta un kiosco
A Silvina le hubiera gustado poder llegar a ser maestra jardinera, pero no pudo acabar la primaria porque los jóvenes no tienen oportunidades de estudio en la zona del Salado Norte. “Los jóvenes tienen que salir a trabajar si quieren estudiar. En donde vivo tampoco hay muchas oportunidades de trabajo. Yo conseguí abrir un kiosko gracias a que, mediante la cooperativa de la organización, pude acceder al programa “manos a la obra” del Gobierno de la nación. Pero he tardado 2 años en conseguirlo”, explica la joven.
Mientras sostiene a su hija Malena en brazos comenta: “la maternidad te cambia la manera de ver todo. Tienes que dedicar todo tu tiempo a los niños. Menos mal que yo me siento muy apoyada por mi familia, pero aún así, hace más de un año que no puedo ir al baile”.
La joven considera que existe mucho machismo en la sociedad que le ha tocado vivir: “Ellos creen que son cancheros cuando abandonan a las chicas con sus hijos. Son muy jóvenes y no se quieren hacer responsables. Debería ofrecerse desde el hospital, la organización o desde la escuela cursos de educación sexual, porque ese es uno de los mayores problemas que tenemos”.
Considera que, a pesar de la aparente seguridad con la que se vive en Boquerón, “los delincuentes pueden trabajar impunemente. La policía no hace nada. Si violan a una chica, queda ahí no más. Nadie recupera las bicis robadas… Y lo peor es que se sabe perfectamente quién lo ha hecho y nadie hace nada”.
En cuanto a la información sobre los derechos de cada uno, Silvina considera que la organización es una herramienta importante en este sentido. “La mayoría de los que formamos parte de la organización conocemos nuestros derechos”. Pero cree que con acceso a más medios de comunicación: teléfono, diarios, internet… todo sería más fácil. Silvina expresa que hay mucho por hacer: “algunos jóvenes creen que es una locura luchar por algo. Si aparece alguien que se dice dueño de la tierra, le hacen caso”.
Para ella, hay suficientes espacios de diversión, como los bares, el club de fútbol, la televisión, etc. Pero le gustaría que hubiera más cursos formativos, sobre temas como computación, repostería o manualidades.
Señala como personas impulsoras de la comunidad a Raúl Chinchilla y al Comisionado.
-Gilberto Villalba, 27 años, trabaja para el FIS

Antes trabajaba sacando poste o carbón, pero hace ya un año que, a través de un amigo, empezó a trabajar para el FIS (empresa de microcréditos). “Es un trabajo más descansado y además es muy satisfactorio saber que con tu labor ayudas a la comunidad”, comenta Gilberto.
“Viajo mucho por la zona: Guayacán, Pato Pozo, San Isidro, Ahiveremos… -relata el joven- Los caminos son muy fieros y la gente tiene muchas carencias: luz, agua potable (sin arsénico), motosierras, hornos, etc. Y por lo menos, con los créditos del FIS tienen acceso a pantallas solares y cosas así”.
Gilberto se preocupa por las cuestiones medioambientales, porque repercuten en su sociedad: “El monte se acaba y la gente se tiene que ir, pobres. Se marchan a las ciudades y luego extrañan un montón”.
Considera que hay varias actividades que tienen mucho futuro como oportunidades laborales en el monte y sobre las que debería haber capacitaciones por parte de las organizaciones que trabajan en la zona: “el ladrillo es algo lindo para emprender. También sería muy interesante que la gente aprendiera a hacer muebles artesanalmente. Por otro lado, el negocio de la apicultura también es muy lindo y no estropea el monte”.
En cuanto a los espacios de ocio, Gilberto cita los clubes de fútbol, la tuqueada, las carreras, etc. En general siente que tiene mucho tiempo para la diversión, “además soy soltero, y eso es bien distinto que estar en pareja”, aunque reconoce que “hay pueblos que son más divertidos y otros son medio…”. Reconoce que el campo es muy tranquilo y no hay mucha delincuencia, pero “a veces hay sucesos aislados”.
“La gente necesita información sobre el monte en general, tanto a nivel de derecho a la tierra como sobre producción agropecuaria”, comenta Gilberto.
Respecto a la posibilidad de estudiar que tienen los jóvenes en la zona del Salado Norte, Gilberto considera que “casi todos los chicos de ahora tiene muchas ganas de estudiar. Son raros los que no. La Iglesia da becas, pero las debería manejar la propia escuela”.
Este joven señala como “referente de progreso en la zona al FIS y a los maestros”.
-Daniel Moreno, 23 años, dirigente y técnico en administración de empresas agropecuarias
“Yo fui uno de los primeros que se fue fuera a estudiar y luego volvió para quedarse. El problema de la emigración de los jóvenes es de nivel nacional. Están los que lo hacen por estudios, pero también los que trabajan como ‘golondrinas’ (jornaleros). Éstos se van 2 o 3 meses y cuando vuelven gastan todo lo que han ganado. No hay un aporte productivo a la zona”, explica Daniel Moreno, nacido en Ranchillo (Copo), pero que actualmente trabaja y vive en Quebrachal (Salta).
Apunta tres problemas principales en la zona: caminos (comunicaciones en general), agua y salud. “Los caminos son necesarios para poder producir, y mientras en los planos del Gobierno aparecen como asfaltados, la realidad es que alguien se quedó esa plata y nunca se realizaron”, se lamenta Daniel.
“Mi padre antes tenía 10 ha de desmonte y ahí cultivaba, se producía… hoy ya no se puede. El único programa asistencial que llega al interior es el Programa Social Agropecuario”, explica Daniel en relación a la capacidad productiva agropecuaria, puesto que él estudió Dirección y Administración de empresas agropecuarias.
“Es algo lindo poder trabajar en la zona porque estoy devolviendo a la tierra lo que la tierra me ha dado -reflexiona Daniel reconfortado -. Hace 2 o 3 años estuve muy enfermo. Tuve que recibir tratamiento en Córdoba y todos los vecinos colaboraron económicamente. Es muy satisfactorio poder devolverles lo que ellos me dieron entonces. No sé si será porque tengo una visión religiosa de la vida, pero pienso que siempre merece la pena hacer un esfuerzo”.
“Hacen falta muchos profesionales en la zona para que esto marche bien”, resalta Daniel.
Recuerda sus años de estudiante y comenta: “Con 13 años tuve que marcharme a estudiar fuera. Era muy difícil porque apenas teníamos recursos para ello. Pero mi madre me acompañó los 5 años que estuve allí. Estoy orgulloso de haber sido uno de los mejores alumnos, porque siempre suelen ser las chicas. ¡Pero yo llegué a ser abanderado de la escuela! La vida me está dando muchas cosas lindas”.
“Cuando estuve en Córdoba me aburría, no sabía qué hacer. Extrañaba la vida tranquila en el campo, que no se puede comparar con nada. En Buenos Aires no se puede vivir, si sales a la calle no sabés si volvés. Además he visto documentales que muestran las villas miseria, la droga, el alcoholismo. Aquí no hay nada de eso”.
“Estoy acostumbrado a andar mucho, acabo agotado físicamente, peor si no lo hago lo extraño. Quiero hacer mi trabajo lo mejor que pueda”, comenta Daniel.
Respecto a la identidad de la gente del Salado Norte, Daniel lo resume en que “son buena gente, humilde y muy trabajadora. Hay un poco de individualismo, pero se está cambiando de mentalidad para poder trabajar en equipo. Otra barrera con la que me encuentro es con la falta de compromiso que tienen algunos”.
En cuanto al tema de conocimiento de los derechos e información en la zona, Daniel considera que falta mucho por hacer respecto a ese tema. “Faltan capacitaciones. Desde el estado nunca llegan, en todo caso desde el PSA. Sería bueno capacitar, en cuanto a lo organizativo, sobre funciones, motivaciones, etc. Además, respecto a lo productivo, cursos sobre manejo de ganado, manejo del agua, siembra, etc. serían muy apropiados”.
Daniel considera que la situación de las mujeres en la zona del Salado Norte es complicada: “en muchas familias la decisión está exclusivamente en el hombre, pero por suerte, entre los más jóvenes eso está cambiando. Hay muchísimas madres solteras, que sólo reciben ayuda, con suerte, de la familia o de las escuelas. Es necesario que haya capacitaciones, pero es complicado lo de garantizar la asistencia a talleres de educación sexual. Hay que encararlo desde la perspectiva de la salud, porque si no, los padres no lo van a aceptar”.
Daniel identifica como referentes que han colaborado con el progreso de la zona a:
-Anacleto Palacios, “siempre ha estado ahí”.
-Fidencio Gerez, de El Porvenir.
-Marta Cardoso, “muy trabajadora, de El Arroyo”
Una mirada hacia lo joven: hace 10 años y hoy
-Nely Solorza, 43 años, presidenta de la OCCAP
“En 1997, hace 10 años no había ningún tipo de organización en la zona. El obispo de Añatuya promovió la creación de la UPPSAN. Pero en general los movimientos sociales estaban anulados por el juarismo y el asistencialismo de la Iglesia.
Los representantes del MOCASE tenían que contarle al cura y él decidía qué información filtrar a las bases. Pero muchos de nosotros percibíamos claramente que teníamos que tener una participación activa en el MOCASE, queríamos ser protagonistas. Para ese proceso de cambio buscamos apoyo de otras instituciones externas. En esa época no se hablaba todavía del problema de tierras.
Juan Carlos, párroco de San José del Boquerón amenazó a los que se querían marchar de la UPPSAN de privar de becas a sus hijos. Nosotros seguíamos siendo católicos pero queríamos tener nuestra propia asociación.
El gran desafío de la OCCAP es cómo involucrar a los jóvenes. No encontramos solución. Los jóvenes de la OCCAP comenzaron a hacer su propio local y buscaron proyectos de asistencia técnica. Tuvieron una financiación de la DINAJU y el PSA”. Neli prosigue:"Son hijos de socios y dependen de la organización, pero hace más de un año que no vienen a las reuniones. Ellos entre sí también se reúnen poco. Les hicimos una llamada de atención, pidiendo su participación, ellos dijeron que sí, pero no han aparecido. Es una gran preocupación para nosotros, porque al principio participaban mucho. Supongo que es más fácil no involucrarse. "
En 1997, hace 10 años queríamos algo, pero no sabíamos qué.
El hermano Pepe charló con los jóvenes y dio la iniciativa para que los adultos acabaran el bachillerato. Como Pepe, tambien era Jesuita, pero no estaba de acuerdo con el Parroco Juan Carlos lo trasladaron y los misioneros tomaron ese espacio desde EDUCAR EN EL MONTE.
Un grupo de gente LOCAL, no estábamos de acuerdo con la parroquia. Comenzamos con EL ACCESO A LA educación, con el apoyo de Educar en el Monte y luego todo se fue expandiendo a otras áreas.
Había mucho interés en la cuestión organizativa, y se comenzó con la escusa de abrir caminos, de realizar proyectos de agua… Ahí nos dimos cuenta de la importancia de las redes, esto facilitó mucho la visibilidad de la organización.
Juan Cuéllar en ese momento era el cabecilla de la organización campesina, un referente muy fuerte en la comunidad.
Esa es nuestra historia de los ultimos 10 años, una historia de organizacion comunitaria con la mirada en nuestro territorio y en gradualmente en los procesos provinciales, nacionales e internacionales.
En la actualidad hay jóvenes muy inteligentes que no se interesan por el problema de tierras, y es una pena.
A lo largo de este tiempo hemos aprendido que somos dignos de respeto. Sobre todo hemos ganado en autoestima. Ya no esperamos que nos vengan a solucionar los problemas, sino que somos nosotros los que nos ponemos manos a la obra.
El rol de las mujeres en este proceso ha sido re importante. Todas las que andábamos adelante éramos mujeres. Somos muy luchadoras y perseverantes.
Considero que se te abre mucho la cabeza la hablar con gente de fuera. Nos despertamos y descubrimos que podíamos cambiar la realidad.
Pero la cara amarga es que, hoy por hoy, cuanto más trabajas por la comunidad, menos te respetan los vecinos.
En cierto modo, el pertenecer a la ONG el Ceibal me ha limitado algo porque algunos maliciaban que yo podía estar digitada desde esta organización externa; una mirada muy corta de la relacion con gente de otros lugares y con la mision de construir visiones compartidas, pero se entiende porque todos los tecnicos que tuvimos antes de que crearamos el Ceibal trabajaban para que nada cambie en el Salado Norte en profundidad por eso nuestra ruptura con la Parroquia y el Obispado.
Nely opina que los referentes de la comunidad hace diez años podían ser Juan Cuéllar, los misioneros o el hermano Pepe. Considera que ellos fueron los que lucharon por el progreso de la comunidad. Hoy, sin embargo, cita como mayor ejemplo a María Elena Farías.
Blanca Enfendaque, pasante de la Union Europea en el 2007